REFLEXIÓN EL PATITO FEO

REFLEXIÓN EL PATITO FEO ALZA EL VUELO SOSTENIBILIDAD Y DISEÑO SE DAN LA MANO TEXTO: Olivia Solon ILUSTRACIÓN: Mario Wagner Hasta no hace mucho, elegir la versión «eco» de un producto suponía renunciar al diseño o la funcionalidad a cambio de poner un granito de arena por el futuro del planeta. Aparatosos paneles solares, coches eléctricos de formas imposibles o diminutas bombillas fluorescentes eran diferentes expresiones del castigo que se autoimponían los adalides de la vida sostenible, algo así como el veganismo antes de que Beyoncé y otros famosos pusieran de moda la «nutrición de origen vegetal». Sin embargo, en la última década la tecnología sostenible se ha sometido a un auténtico lavado de cara: diseñadores y creadores ponen tanto énfasis en la función de los productos como en su diseño. Habrá quien vea en esta apuesta por la estética una huella inequívoca de frivolidad, pero lo cierto es que difícilmente convenceremos al gran público para que cambie de actitud si les obligamos a renunciar a prestaciones o a perpetrar atentados al buen gusto. Para muestra, un botón: el termostato. Aquella anodina cajita amarillenta con un visor tipo calculadora se ha convertido de la mano de productos como los de Nest y otras marcas de vanguardia en una elegante esfera brillante que puede controlarse desde el smartphone. No solo luce más, sino que funciona mejor, ya que aprende de los patrones de comportamiento de los habitantes del hogar para ahorrarles dinero en las facturas de calefacción. Y lo mismo ha ocurrido en otros rincones de la casa, gracias a empresas como Plumen, fabricante de bombillas eficientes y de líneas estilizadas. Sus creaciones son tan elegantes que ya no es necesario ocultarlas detrás de ninguna pantalla, a diferencia de las típicas espirales o las rechonchas bombillas de antaño. En la azotea, los paneles solares de hoy apenas se distinguen de materiales como la pizarra o la tela asfáltica, así que los usuarios pueden reducir la factura de la luz sin echar al traste la estética clásica de su casa. Fuera de las casas, los vehículos eléctricos ya no son aquellos carritos de golf tuneados, sino que se han convertido en algunos casos en los vehículos más deseados de la ciudad, capaces incluso de hacer tambalear las convicciones de los más adictos a la gasolina. Sirva como ejemplo el I-PACE de Jaguar, un crossover eléctrico de lujo capaz de pasar de 0 a 100 km/h en solo 4,5 segundos. Los amantes de las dos ruedas también están de enhorabuena: en 2018 hará su debut la Vespa Elettrica, que conserva las líneas retro de la mítica escúter italiana pero con un nuevo motor silencioso y totalmente eléctrico capaz de recorrer 100 km con una sola carga. La solución perfecta para los usuarios de hoy, que dan tanto valor a proteger el medio ambiente como a moverse con estilo. Sin embargo, de poco sirve comprar estos modernos artilugios si no nos preocupamos también por el origen de lo que comemos. La agricultura es el factor que más contribuye al cambio climático, ya que representa una cuarta parte de las emisiones de gases con efecto invernadero. Y ante el aumento imparable de la urbanización en todo el mundo, nada mejor que producir los alimentos de forma local en explotaciones verticales interiores. Estos recintos de alta tecnología permiten gestionar cultivos en un entorno controlado sin necesidad de luz solar, tierra ni pesticidas y con un impacto medioambiental mínimo. Ahora bien, cuando más brilla la tecnología verde es cuando es capaz de convertir en objeto de deseo algo totalmente repulsivo. En Copenhague, por ejemplo, el arquitecto Bjarke Ingels está a punto de finalizar la construcción de una planta de transformación de residuos en energía en el centro de la ciudad, con una pista de esquí de 600 metros de largo en la azotea, en la que los daneses han depositado parte de sus esperanzas de cara a los próximos Juegos Olímpicos de invierno. En el Reino Unido, un proceso todavía más desagradable también ha vivido su ecotransformación: el exceso de calor generado por un crematorio de Worcestershire, que antes se expulsaba a la atmósfera, se utiliza ahora para climatizar una piscina de la zona. Pero seguramente el mejor ejemplo de cómo la creatividad puede ponerse al servicio de la sostenibilidad lo encontramos en el inventor de un artefacto que convierte las defecaciones de perro en combustible para las farolas de la ciudad. Eso sí es aprovechar. 78 THE JAGUAR

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